Recordarán que en el artículo anterior recogíamos y estudiábamos las declaraciones a Luis del Pino -en Enero de 2008- y ante la juez Coro Cillán -según la información de Libertad Digital- de la forense Carmen Baladía, Directora del Instituto Anatómico Forense de Madrid durante los sucesos de Marzo de 2004.
El punto más importante de sus declaraciones es, según las interpretaciones conspiracionistas, la casi total ausencia (según la Dra Baladía) de metralla -tanto primaria como secundaria o inducida- entre los cadáveres del 11-M.
Parece raro que, dadas las características de los atentados (como la cantidad de explosivos o el recinto cerrado donde se produjeron, que hace fácil el desprendimiento de fragmentos de los vagones) no existiese prácticamente ningún caso de metralla en los cadáveres. ¿No les parece? Pues más extraño aún resulta si comprobamos que un tercio de los supervivientes, nada más y nada menos, fueron afectados por fragmentos de metralla, primaria o secundaria. Los hechos pueden comprobarse en las declaraciones de las víctimas de los atentados, y han sido demostrados en artículos científicos y en la Sentencia de la Audiencia Nacional, corroborada y aumentada por el Tribunal Supremo.
También demostramos en el artículo anterior que las autopsias realizadas en IFEMA el 11 de Marzo de 2004 fueron orientadas a identificar los cuerpos, no a encontrar metralla, como declaró la propia Dra Baladía ante la Comisión del 11-M (Diario de Sesiones del Congreso. Comparecencia del día 6 de julio de 2004. Página 26 y siguientes): no se dieron instrucciones para una búsqueda sistemática de cuerpos extraños, no se realizaron radiografías -y las que se practicaron fueron, fundamentalmente, odontogramas- en los cadáveres ya identificados y, por último, no se realizó un registro de los hallazgos que se pudiesen encontrar. Así, la causa de que no se encontrase más metralla en los cuerpos es… que no se buscó.
Esto debería bastar para dar respuesta a Carmen Baladía en cuanto a la existencia de metralla -en general, primaria y secundaria- entre los viajeros de los trenes del 11-M y, por tanto, entre los fallecidos. Sin embargo, la forense ha dado un paso más, afirmando que la mínima cantidad de metralla encontrada -ocho casos cuyo registro documental no puede pasar por alto- “podían provenir de restos metálicos del entorno de la explosión”, según Libertad Digital. La intención, como ya se dijo, es negar la existencia de metralla en los artefactos explosivos, con la intención de desacreditar la única mochila que fue desactivada; la que, proveniente de “El Pozo”, pudo ser desactivada en el Parque Azorín y que contenía pruebas que aceleraron sobremanera la investigación.
En esta segunda parte del artículo, estudiaremos qué pruebas hay sobre las diferentes clases de metralla encontradas en los distintos escenarios de los atentados. Con intención de abreviar, nos limitaremos a discutir la existencia o no de metralla, sus tipos y clases, dejando de lado el resto de similitudes encontradas entre los artefactos y las pruebas halladas en otros lugares (cantidad y tipo de explosivos, teléfonos móviles, detonadores, etc) que, en estos momentos, no son objetivo de la polémica conspiracionista, pese a que constituyen las más sólidas pruebas de la autenticidad de la “mochila de Vallecas”. Porque, no lo olvidemos, es el conjunto de las pruebas encontradas en la investigación lo que cuenta, y conviene tener presente que, con el resto de pruebas (la furgoneta Renault Kangoo, los vehículos usados por los asesinos, los testimonios de los actores en la tragedia, las reivindicaciones de los propios criminales, etc) se hubiera terminado llegando a las mismas conclusiones; la mochila sólo aceleró la investigación, sin dar un cambio brusco a los acontecimientos.
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